Recuerdo los juramentos que hacíamos al salir del colegio: para siempre seríamos amigos de alguna persona, nunca nos abandonaríamos. Los casos que lo logran son reales y se ven, pero son escasos. En la universidad ya no nos atrevemos a jurar algo así, por la experiencia. Pocos alcanzan la dicha de permanecer unidos para siempre: Pablo y María Teresa fueron unos de los privilegiados.
Sus historias empezaron a conectarse el primer día de clases, ese día que resulta tan difícil para la mayoría de los universitarios, trajo consigo una de las mayores bendiciones en la vida de cada uno: su pareja para siempre.
Cuatro años después de haber dado inicio a su relación, Pablo decidió que había que celebrar el aniversario de noviazgo de una manera especial. Sí, sería el mismo restaurante de todos los aniversarios; sí, sería a la hora de la cena, como todos los años; pero María Teresa notó que el restaurante se veía especial esa noche.
‘El sitio estaba con una decoración especial: muchas flores, velas y música’, relata María Teresa. Luego de estar sentados a la mesa y tras unos breves momentos de conversación fue que sucedió: los músicos empezaron a cantar. Entonces Pablo sacó un cofrecito que contenía las argollas de la joyería La Meca que usarían en su boda.
Le dijo que ‘era el momento de celebrar nuestro amor, porque estaba seguro de que yo era la persona con la que quería pasar el resto de su vida’. Y la historia que empezó el primer día de clases tomó un rumbo definitivo; avanzarían hacia la unidad soñada, hacia el amor comprometido, hacia la fusión intencional de las naturalezas: el matrimonio.
La Capilla Ermita La Candelaria, en El Retiro, Antioquia; sería el lugar escogido para llevar a cabo la ceremonia católica que Pablo y María Teresa identificarían cuando les preguntamos como el momento más relevante de su boda: ‘Absolutamente todos los momentos fueron especiales pero el más importante para nosotros fue la ceremonia y la bendición de nuestras vidas juntas’, afirman con convicción.
¿No debe resultar una experiencia impactante esa escena en la que por primera vez nos vemos con nuestros trajes? Casi puedo ver sus tacones plateados de la tienda Novias, descendiendo del hermoso coche antiguo, casi revestida de magia con su vestido de la casa Sposa Mia, mientras Pablo; vestido de corbatín y zapatillas negras de Zara, la observa atónito, ansioso, alegre.
Desde el ramo diseñado por Juliana Arango de Toque Rosa, hasta el último de los arreglos florales en las mesas; elaborados por esta misma diseñadora, se sometieron ante la hermosura de María Teresa, cuya belleza fue adecuadamente resaltada por los maquilladores y estilistas de Salud y Belleza.
El banquete transcurriría a campo abierto entre flores y seres queridos que discurrían en un ambiente festivo que quedaría excelentemente registrado por el lente de F Colectivo. La decoración vintage, también a cargo de Juliana Arango, sería el marco perfecto para las memorias de esta celebración familiar.
Hacia el final de la noche, llevando como recordatorio unas hermosas velas de limoncillo, los invitados se irían, los fotógrafos abandonarían el lugar y la música se apagaría. La boda había terminado, pero el matrimonio, lo que ellos definieron como ‘una unión de cuerpos y almas’, apenas comenzaba. Y es una dicha estar unido desde el alma, porque eso es algo para siempre.
Lugar ceremonia: Capilla Ermita La Candelaria | Joyería: La Meca | Zapatos novia: Tienda Novias | Vestido novia: Sposa Mía | Vestido y zapatos novio: Zara | Ramo de la novia y decoración: Juliana Arango de Toque Rosa | Maquilladores y estilistas: Salud y Belleza | Fotografías: F Colectivo
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