Voy a celebrarte. No eres lo que imaginé, eso es verdad: eres lo que eres y eso se merece una fiesta. Tu llegada a mi vida es una explosión de sentido, ahora lo entiendo todo: para qué sirve lo que estudié, por qué trabajo en lo que trabajo, para qué me arreglo en las mañanas y por qué tengo estos brazos que se ponen ansiosos, que se disponen a atraparte y a envolverte para siempre en mi tibieza, cada vez que estás lo suficientemente cerca.
¿No ha sido este un buen golpe a la soledad? Esto es un knock out, la derribamos en franca lid, a puño limpio y bastó con tomarnos de la mano. Encontrarnos ha sido hacer justicia a nuestros corazones, librarlos de su hambre más profunda, saciarlos. Me siento capaz de amar cuando recuerdo que estoy a tu lado: puedo sonreír en las calles y a la gente sin otra interlocución que tu recuerdo, siento que puedo hacer algo bueno por alguien, así no lo conozca… Tu presencia en mi vida despierta lo mejor de mí.
Todas las canciones tienen tu nombre y todos los colores están encendidos por el fuego que prendiste en mi mirada; mis secretos se volvieron pájaros que viajan por momentos a meterse en su cabeza y por allá se duermen, se encuentran con los tuyos y los invitan a pijamadas en mi corazón, y tú los dejas venir: sabes que voy a cuidarlos, como tú haces con los míos; encontré un oído que le da la exagerada y debida importancia a mis bobadas. Y luego me las dejas ver tan importantes como realmente son.
Lo único que hago es explicarte lo que te dije al principio, te repito apenas unos de los motivos por los que en este día me siento feliz por tu existencia. Solo te digo por qué es que hoy voy a celebrarte.
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